En 1986 la Madre Teresa de Calcuta visitó por primer vez a Cuba de manera oficial, una de sus últimas actividades fue un encuentro con los feligreses cubanos en la Iglesia Nuestra Señora de Regla, alli la esperabamos muchisima gente, católicos practicantes, religiosos, religiosas, curiosos, agentes del Ministerio del Interior y pueblo en general, que habiamos abarrotado el templo, cosa poco usual en la epoca, solo visto en importantes celebraciones y acontecimientos, como era en esta oportunidad.
Alli estabamos de pie, soportando un calor espantoso que acrecentaba nuestro cansancio en aquella espera que se hacia interminable y que duraba mucho mas alla de la hora en que se habia previsto en un principio, hasta que nos anunciaron que la demora se debia a que en el momento en que salia la Madre Teresa rumbo a la Iglesia de Regla habia recibido la llamada del Comandante Fidel Castro para una reunión privada con ella y que en esos momentos los dos se encontraban reunidos.
Despues de que el “Comandante” le dió toda la “lata” que le dió la gana a la Madre Teresa, la dejó marchar a reunirse con quienes la esperabamos desde hacia horas en la Iglesia, ya totalmente exhaustos y agobiados, pero ese percance no empañó el recibimiento que le dimos a la Madre Teresa cuando al fin la vimos aparecer por la entrada principal del templo con su menuda figura pero a la vez con aquella sonrisa en el rostro que emanaba tanta paz y felicidad, que a todos sorprendia sobre todo teniendo en cuenta que acababa de haber tenido un encuentro con el mismisimo Demonio.
El “Comandante” como siempre, tan oportuno, sarcástico e irónico, quiso dar una demostración de poder para que todos recordaramos que el era en Cuba el ser mas importante y el “number one” y de paso darnos un castigo a todos aquellos que esperabamos el encuentro con la Madre Teresa, porque en aquellos años la entrada a un templo religioso era interpretado como un acto de rebeldia y desobediencia a un Regimen que proclamaba a los cuatro vientos su ateismo y su fidelidad al marxismo-leninismo.
Pocos dias despues, se efectuó en la Iglesia de Regla, una misa en celebración por un centenario mas de la evangelización del pueblo y se colocó una Cruz de madera en el patio de la Iglesia en recordación de la fecha. En la homilía de la celebración el entonces Arzobispo de La Habana, hoy Cardenal Jaime Ortega, dijo que en una visita de la Madre Teresa de Calcuta a los Estados Unidos, “esos que están en Miami y que se dicen cubanos” le preguntaron que creia sobre los comunistas y que la madre Teresa les respondió que los comunistas eran tambien hijos de Dios.
Lo que nos sorprendió a los que estabamos escuchando la homilia y la anecdota del Arzobispo no fue ni la pregunta, ni la respuesta de la Madre Teresa, fueron las palabras y los gestos del Arzobispo al referirse a los cubanos que se encontraban en Miami( y en extensión, seguramente, a todos los que se encontraban fuera de Cuba), los gestos de asco, de rechazo, de desaprobación que acompañaron a la frase de “ esos que estan en Miami y que se dicen cubanos”, fue una sorpresa para aquellos que como yo solo conociamos al Arzobispo en misas y celebraciones eclesiasticas significativas, pero de seguro que para aquellos que lo conocian mas de cerca no les deber haber resultado sorprendente las palabras del Obispo, porque segun pude conocer despues ya desde entonces y mucho antes el Obispo Jaime Ortega venia promulgando un discurso sospechosamente muy similar al discurso oficial del regimen o al menos, con un numero significativo de coincidencias.
En aquellos años era practica habitual del regimen referirse a los cubanos que habian decidido salir de Cuba como gusanos ,apatridas, traidores, vendidos al Imperio y todo tipo de improperios, pero viniendo la expresión de rechazo de parte de la cabeza de la Iglesia local, no dejaba de resultar cuando menos significativa sobre todo teniendo en cuenta que una gran parte de los católicos cubanos habian sido victimas de algun tipo de represión o discriminación por su practica religiosa y que muchos ante el acoso y la discriminación habian optado por salir al exilio, otros habian sido expulsados a la fuerza , otros que habian decidido mantener su fidelidad al Evangelio dentro de Cuba se encontraban cumpliendo largas condenas en las prisiones y otros habian muerto ante el peloton de fusilamiento gritando; “Viva Cristo Rey”. Era, por tanto, un acto de insolidaridad total por parte del Obispo Ortega referirse, usando gesticulaciones tan despectivas, a los cubanos que se encontraban fuera de su patria.
Con el paso de los años, fui testigo del divorcio total que existe entre el Pastor y su rebaño, las homilias barrocas de Ortega cargadas de palabras rebuscadas y de hipérboles, no llegaban al pueblo congregado en las celebraciones, que no entendían o se perdían en la comprensión del mensaje tan adornado y tan alejado de su realidad y sus necesidades más acuciantes, que pasaban por la preocupación de poner un plato de comida en la mesa familiar o buscar una solución a las goteras que se multiplicaban por todas partes de la casa y que anunciaban el inminente derrumbe de la vivienda familiar.
Mientras el Obispo Ortega hablaba en las misas los días 24 de Septiembre en la Iglesia de las Mercedes en La Habana, de ángeles y justicia celestial, mujeres que oraban por la libertad de los presos eran golpeadas dentro del templo y sacadas por la fuerza. Ninguno de estos incidentes perturbaban al místico Obispo que como si nada pasase continuaba en las nubes hablando del amor de Dios, mientras mucho más cerca de él se estaban cometiendo crueles atropellos contra mujeres indefensas solo armadas por la fe en Dios, la devoción a María de las Mercedes y la coraza moral que viste a todas estas guerreras de la justicia y la verdad.
Muchos piensan que el hoy Cardenal ha sido siempre un agente del Ministerio del Interior de Cuba dentro de la Iglesia, otros creen que es víctima de algún tipo de chantaje por parte del Régimen. Yo por las cosas que he visto y conocido, me inclino a pensar que este sujeto siempre ha estado deseoso de algún protagonismo en el servicio al régimen y no ha desaprovechado oportunidad para mandarle el mensaje al régimen haciéndole guiños desde todos los ojos. Desde antes y durante el famoso ENEC, que en las Parroquias de Cuba activistas católicos daban charlas proclamando las bondades del sistema socialista en materias como educación y salud pública y solicitando la participación de los católicos en la búsqueda de nuevos logros, hasta nuestros días en que la Iglesia se ha convertido en un instrumento muy eficaz de propaganda para conseguirle crédito a las promesas y al maquillaje de esperanzas con que el Régimen quiere presentar la nueva etapa “Raulista” mientras continua manteniendo las más oscuras prácticas y aspiraciones con las que se ha mantenido durante este medio siglo.
La diferencia en mi opinión, es que años atrás Jaime Ortega no era de particular interés para el régimen, era un “chicarrón incómodo”, buscaba acercamiento con el régimen pero desde una institución contra la que luchaba enconadamente el Marxismo- Leninismo, y con mantenerlo a “raya” era más que suficiente. Pero los tiempos han cambiado, y para el régimen es cada vez más difícil mantener a nivel mundial su legitimidad y aunque la condena internacional parezca no importarle, desde el punto de vista económico si, y cada vez le será más difícil a sus benefactores mantener sus estrechos lazos con el régimen sin que su credibilidad y moral sean afectadas. Y es en ese punto, en la necesidad de cambio de imagen y de vender nueva cara, en el que el Cardenal Ortega ha sido tenido en cuenta y llamado a “Servicio”, y el Cardenal, ni corto, ni perezoso se ha prestado a interpretar el papel tan largamente esperado y ansiado.
El Cardenal ha cumplido con creces las expectativas depositadas en el por parte de la Tiranía Castrista, ha sido portavoz de la Policía Nacional Revolucionaria(PNR) en el caso de los sacerdotes españoles asesinados recientemente en Cuba, se ha desempeñado como Ministro de Relaciones Exteriores solicitando ante autoridades norteamericanas el levantamiento del embargo comercial, ante las autoridades de Europa pidiendo el cese de la posición común hacia Cuba y vendiéndoles bonos del Raulismo, ha sido más activo y entusiasta en las tareas asignadas que el mismo Canciller Oficial, Bruno Rodríguez.
Ante el empuje de las Damas de Blanco y la muerte en huelga de hambre del preso político, Orlando Zapata Tamayo, el régimen se vió obligado a hacer una maniobra de cambio de imagen y a la vez desembarazarse de la peligrosa situación que representaría tener en libertad y actividad a gran parte de los encarcelados en la llamada Primavera Negra, llamaron nuevamente al Servicio activo al Cardenal, y este con júbilo y dedicación cumplió el triste papel que todos conocemos en la operación de desterrar hacia un futuro incierto a valerosos cubanos que habían cumplido prisión por su labor de servicio a Dios y a la Patria.
Las últimas actividades del Cardenal son por todos conocidas, prestarse para justificar el desalojo por la fuerza de trece personas que estaban en la Iglesia de La Caridad en La Habana por parte de las fuerzas represivas de la dictadura, pacíficos opositores a los que ahora el Cardenal llama antiguos delincuentes e incultos con trastornos mentales. Organizar junto al Régimen una visita del Papa Benedicto XVI a Cuba, donde no se reconociera a la sociedad civil y que constituyese un respaldo a la gestión de Raúl Castro como nueva cara de la vieja tiranía y que concluyó con broche de Oro, después de negarse al repetitivo reclamo de un minuto de atención de las Damas de Blanco, Benedicto XVI tuvo la deferencia de reunirse por media hora con Fidel Castro y parte de su familia.
Es por eso que ya no deben resultar sorprendentes las nuevas tareas del Cardenal, sus incursiones en foros y encuentros, reclamando paciencia para los cambios prometidos por Raúl Castro, cambios que están solo destinados a la permanencia de la tiranía en el poder y no a cumplir las verdaderas expectativas de los cubanos.
Aquel famoso documento de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba llamado “El amor todo lo espera”, ampliamente criticado en la prensa oficial del régimen y del que se burlaron diciendo que hasta tenia nombre de canción de concurso en los festivales de la OTI. Es hoy un documento del que las partes en aquel momento en aparente desencuentro y hoy aliadas en un común objetivo, prefieren olvidar y no ser cuestionadas al respecto. Analizando aquel momento en que la conferencia de Obispos de Cuba dio a conocerlo primero fuera de Cuba por temor a que fuera secuestrado por el régimen antes de hacerlo público a los supuestos destinatarios, el pueblo de Cuba, aquella acción que llenó de orgullo y esperanzas a todos los católicos de Cuba que creían que la Iglesia manifestaba abiertamente que había tomado partido a favor de su pueblo y que estaba dispuesta a asumir las consecuencias de dicho acto, ha dado paso a una hiriente frustración y a un dolor visceral, al ver a la Iglesia como ha dado la espalda a su pueblo para tomar asiento en el banquete de los tiranos. Visto el documento antes aludido, desde la óptica que dan los años transcurridos y los eventos acontecidos, nos damos cuenta que todo no fue más que una maniobra de la Iglesia en momentos en que se pensaba que el colapso del régimen era inminente y quiso aceleradamente desmarcarse antes del final. Pero sus cálculos fallaron, y desgraciadamente el colapso no se produjo y el Régimen aún persiste en mantenerse entre diarreas y estertores. Luego el Cardenal sacó otra vez la cuenta y llegó a la conclusión que haber cambiado tan repentinamente de estrategia había sido un grave error y se dio a la tarea de rectificar las sumas y las restas, y en la nueva ecuación se mantiene el servicio al régimen y el no resultar un obstáculo para sus nuevos proyectos, que en realidad son tan viejos como su esencia. Pero otra vez se ha equivocado, porque no comprende que en la Historia, para las dictaduras al contrario que en las matemáticas no existe el infinito, y ese Régimen al que hoy con denodado interés sirve el Cardenal , tendrá su final, con el favor de Dios y la bendición de la Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo.