domingo, 15 de mayo de 2011

Carta del Comandante Pedro A Castells a sus hijos.

Habana, Febrero 24 de 1931.
Deseo que la presente sea leida por Roberto,
al sentarnos a la mesa para tomar la comida.

A mis hijos:
Hace hoy 25 años que, Dios mediante, se constituyó, con el ritual de la ley, este bendito lugar, con la feliz determinación de unirnos en matrimonio, vuestra santa madre y yo.
Al pacto de amor que dió inicio a la familia Castells-Andino, siguió, por evolución natural, al nacimiento de Pedro Pablo, Evelio, Nenuca y Roberto: cuatro vástagos que resultan legitimo orgullo de sus progenitores; dignos ejemplares de la raza y utiles ciudadanos de la sociedad a que pertenecemos.
Vivo plenamente convencido, porque me lo dice el corazón ( y este nunca miente cuando, como en este caso, actua independientemente del cerebro) que tanto Atina y Luisa, como Pablo y yo, somos bien recompensados por vosotros cuatro, al pagar como haceis, en reciprocidad a nuestros paternales desvelos, con una infinita bondad; a nuestro puro amor, con ilimitado cariño y a nuestras naturales pretenciones de proporcionaros un porvenir venturoso adquirido - desde luego- con el esfuerzo del estudio, correspondeis, sin la mas minima vacilación, demostrando visibles empeños por llegar a la meta, porque sabeis que con el pergamino que de por terminada vuestra situación de estudiantes, traereis a esas dos matronas, que con tanta maestria han sabido infiltrar en vuestros corazones el amor al bien, la dedicación al estudio y la identificación con el trabajo organizado, el mas activo de los reconstituyentes espirituales, cuyos efectos, a semejanza de balsamo sagrado, habrán de borrar las profundas huellas morales que han hecho surcos en sus generosas almas, o igualmente vendrán a mitigar las indecibles amarguras, motivadas a causa de las constantes preocupaciones que les viene originando vuestra futura vida, pues bien sabemos todos, que si posible fuere recoger las lágrimas que por vosotros han vertido, habra liquido suficiente para baldear nuestra honrada casa.
No os quiero escribir en esta, los extensos limites que sirven de marco a la inmensa satisfacción que en Mejia y en mi producen vuestros triunfos, por no hacer la presente, cansona en demasia, y por estimar que huelga el hablaros de lo que conoceis a fondo y de lo que -sin duda- conservais reposando en las graduadas probetas de vuestros equilibrados cerebros, despues de haberlo sometido al mas acabado análisis, hecho con suficiente tiempo, en el completo laboratorio que encerráis en vuestros pechos.
En lo que a mi persona respecta, podreis pensar que, a pesar de mi actividad y entusiasmo en el trabajo, y del alto concepto que del deber tengo, no he sabido proporcionaros bienes materiales, pero harto conoceis, que ello obedece al hecho de haber dedicado mi vida al noble servicio de las armas. Solo contaba 17 años de edad cumplidos cuando -en 1903- ingrese como simple soldado en las filas de nuestro amado Ejercito, y habreis de saber que los militares honrados, cualquiera que sea su jerarquia, a no contar con otro medio de fortuna que su sueldo, se ven obligados a vivir con grandes economias y a morir pobres de dinero; pero en cambio he sabido aprovecharme de la oportunidad que me ha brindado mi condición de militar, adquiriendo la fama de hombre de bien, preciada gloria que a vovotros satisfecho lego, por ser esta la unica riqueza admisible, cuando se trata de liquidar los valores morales de una persona. Los bienes materiales pueden pertenecer a rufianes, pero el justo titulo de Honrado,solo pueden poseerlo las personas decentes, cuya cualidad no se caracteriza por los trapos que cubren el esqueleto, sino por el sentimiento que lo anima.
Dichoso me considero en poderos llamar mis descendientes, y más dichoso aun, cuando pienso en que no todos los padres experimentan el hondo placer de verse -como yo- tan querido, respetado e imitado por sus hijos. Gracias os doy por vuestra conducta en general y en nombre de esta trascendental fecha para nosotros, os pido, con la autoridad de un buen padre y con el derecho de un excelente amigo, que continueis sin apartaros del recto camino de la virtud, honrando la patria, dignificando la familia y haciendose ciudadanos utiles, para bien propio y de la humanidad.
Es vuestro mejor amigo,

Pedro A. Castells y Varela, M.M.
Capitán del Ejercito Nacional.